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La llevaron a la cámara
de tortura y le ordenaron que dijese la verdad, y ella dijo que no tenía
nada que decir. Le ordenaron que se desnudara y de nuevo la exhortaron,
pero guardó silencio. Una vez desnuda dijo: «Señores, he hecho todo lo
que se dice de mí y levanto falsos testimonios contra mí misma, pues no
quiero verme en semejante brete; plegue a Dios, no he hecho nada». Le
dijeron que no levantase falsos testimonios contra ella misma, sino que
dijera la verdad. Empezaron a atarle los brazos; dijo: «He dicho la verdad;
¿que tengo que decir?». Le dijeron que dijese la verdad y replicó: «He
dicho la verdad y no tengo nada que decir». Le aplicaron una cuerda a
los brazos y la retorcieron y la exhortaron a decir la verdad, pero dijo
ella que nada tenía que decir. Luego chilló y dijo: « Decidme lo que queréis,
pues no sé qué decir». Le ordenaron que dijese lo que había hecho, pues
era torturada por no haberlo hecho, y ordenaron que se diese otra vuelta
a la cuerda. Exclamó: «Soltadme, Señores, y decidme lo que tengo que decir:
no sé lo que he hecho, ¡oh,, Señor, apiádate de mí, pecadora!». Dieron
otra vuelta a la cuerda y ella dijo: «Aflojadme un poco para que pueda
recordar lo que tengo que decir; no sé lo que he hecho; no comí carne
de cerdo porque me daba asco; lo he hecho todo; soltadme y diré la verdad».
Se ordenó otra vuelta a la cuerda, entonces ella dijo: «Soltadme y diré
la verdad; no sé lo que tengo que decir. .., soltadme por el amor de Dios....
decidme lo que tengo que decir.... lo hice, lo hice.... me hacen daño,
Señor..., soltadme, soltadme y lo diré». Le dijeron que lo dijese, y dijo:
«No sé lo que tengo que decir.. Señor, lo hice... No tengo nada que decir..
¡Oh, mis brazos! Soltadme y lo diré». Le pidieron que dijese lo que hizo
y dijo: «No lo sé, no comí porque no quise». Le preguntaron por qué no
quiso y replicó: «¡Ay! soltadme, soltadme..., sacadme de aquí y lo diré
cuando me hayáis sacado... Digo que no la comí». Le ordenaran que hablase
y dijo: «No la comí, no sé por qué». Ordenaron otra vuelta y ella dijo:
«Señor, no la comí porque no quise..., soltadme y lo diré». Le ordenaron
que dijera lo que había hecho contra nuestra santa fe católica. Dijo:
«Sacadme de aquí y decidme lo que tengo que decir..., me hacen daño...
¡Oh mis brazos, mis brazos!», lo cual repitió muchas veces y prosiguió:
«No me acuerdo,.... decidme lo que tengo que decir... ¡Oh, desgraciada
de mí! Diré todo lo que quieran, Señores.... me están rompiendo los brazos....
soltadme un poco.... hice todo lo que se dice de mí». Le ordenaron que
contase con detalle y veracidad lo que hizo. Dijo: «¿ Qué se quiere que
diga? Lo hice todo..., soltadme, pues no recuerdo lo que tengo que decir....
¿no Veis que soy una mujer débil? ¡Oh! ¡Oh! mis brazos se están rompiendo».
Se ordenaron más vueltas y mientras las daban ella exclamó: « ¡Oh! ¡Oh!
soltadme pues no sé lo que tengo que decir.... sí lo hice lo diría». Ordenaron
que apretasen las cuerdas y entonces dijo: «Señores, ¿no sentís piedad
de una mujer pecadora? ». Le dijeron que sí, si decía la verdad. Dijo
ella: «Señor, dime, dímelo». Volvieron a apretar las cuerdas y ella dijo:
« Ya he dicho que lo hice». Le ordenaron que lo contase con detalle, ante
lo cual dijo: « No sé, cómo contarlo, Señor. no lo sé». Separaron las
cuerdas y las contaron, y había dieciséis vueltas, y al dar la última
vuelta, la cuerda se rompió.
Ordenaron entonces
que la pusieran en el potro. Dijo ella: «Señores, ¿por qué no queréis
decirme lo que tengo que decir? Señor, ponme en el suelo.... ¿acaso no
he dicho que lo hice todo?». Le ordenaron que lo dijese. Dijo: «No me
acuerdo.... sacadme de aquí..., hice lo que dicen los testigos». Le dijeron
que contase con detalle lo que decían los testigos. Dijo: «Señor, como
te he dicho, no lo sé con seguridad. He dicho que hice todo lo que dicen
los testigos. Señores, soltadme, pues no me acuerdo». Le ordenaron que
lo dijese. Dijo ella: «No lo sé. Oh, oh, me están despedazando..., he
dicho que lo hice.... soltadme». Le ordenaron que lo dijese. Ella dijo:
«Señores, de nada me sirve decir que lo hice, y he reconocido que lo que
he hecho me ha traído estos sufrimientos..., Señor, tú conoces la verdad...
Señores, por el amor de Dios tened piedad de mí. Oh, Señor, quita estas
cosas de mis brazos... Señor, suéltame, me están matando». La ataron en
el potro con las cuerdas, la instaron a decir la verdad y ordenaron que
apretasen los garrotes. Ella dijo: «Señor, ¿no ves cómo esta gente me
está matando? Señor, lo hice.... por el amor de Dios suéltama». Le ordenaron
que lo dijera. Dijo: «Señor, recuérdarne lo que no sabía... Señores, tened
piedad de mí..., soltadme por el amor de Dios. .., no tienen piedad de
mí .. , lo hice..., sacadme de aquí y recordaré lo que aquí no puedo».
Le dijeron que dijese la verdad o apretarían las cuerdas. Dijo ella: «Recordadme
lo que tengo que decir porque no lo sé.. Dije que no quería comerla...
Sólo sé que no quise comerla y esto lo repitió muchas veces. Le ordenaron
que dijese por qué no quiso comerla. Dijo ella: « Por la razón que dicen
los testigos.... no sé cómo decirlo..., desdichada de mí que no sé cómo
decirlo. Digo que lo hice y Dios mío, ¿cómo puedo decirlo?». Luego dijo
que, como no lo hizo, ¿cómo podía decirlo... ? «No quieren escucharme...,
este gente quiere matarme.... soltadme y diré la verdad». De nuevo la
exhortaron a decir la verdad. Dijo: «Lo hice, no sé cómo lo hice..., lo
hice por lo que dicen los testigos.... soltadme.... he perdido el juicio
y no sé cómo decirlo..., soltadme y diré la verdad». Luego dijo: «Señor,
lo hice, no sé cómo tengo que decirlo, pero lo digo tal como dicen los
testigos..., deseo decirlo..., sacadme de aquí. Señor, tal como dicen
los testigos, así digo yo y lo confieso». Le dijeron que lo declarase.
Dijo ella: «No sé cómo decirlo.... no tengo memoria... Señor, tú eres
testigo de que si supiera cómo decir algo más, lo diría. No tengo nada
más que decir salvo que lo hice y Dios lo sabe». Dijo muchas veces: «Señores,
Señores, nada me ayuda. Tú, Señor, oye que digo la verdad y no puedo decir
más.... me están arrancando el alma..., ordénales que me suelten». Luego
dijo: «No digo que lo hice... No dije más». Luego dijo: «Señor, lo hice
para observar aquella Ley». Le preguntaron qué Ley. Dijo: « La Ley que
dicen los testigos..., lo declaro todo, Señor, y no recuerdo qué Ley era...
Oh, desgraciada fue la madre que me parió». Le preguntaron a qué Ley se
refería y cuál era la Ley que ella decía que decían los testigos. Se lo
preguntaron repetidas veces, pero ella guardó silencio y al final dijo
que no lo sabía. Le dijeron que dijese la verdad o apretarían los garrotes,
pero ella no contestó. Ordenaron dar otra vuelta a los garrotes y la exhortaron
a decir qué Ley era. Dijo ella: «Si supiera qué decir, lo diría. Oh, Señor,
no sé lo que tengo que decir... Oh, oh, me están matando..., si quisieran
decirme qué... ¡Oh, Señores! ¡Oh, mi corazón!». Entonces preguntó por
qué deseaban que dijera lo que no podía decir y exclamó repetidamente:
«¡Oh, desdichada de mí!». Luego dijo: «Señor, sé testigo de que me están
matando sin que yo pueda confesar». Le dijeron que si deseaba decir la
verdad antes de que echasen el agua, que lo hiciera y así descargaría
su conciencia. Ella dijo que tío podía hablar y que era una pecadora.
Luego colocaron [en su garganta] la toca [embudo] de lienzo y ella dijo:
«Quitádmelo, que me estoy asfixiando y se me revuelve el estómago». Entonces
vertieron una jarra de agua, tras lo cual le ordenaron que dijese la verdad.
Ella pidió a gritos confesarse, diciendo que se estaba muriendo. Le dijeron
que la tortura continuaría hasta que dijese la verdad y la exhortaron
a decirla, pero, aunque la interrogaron repetidamente, ella guardó silencio.
Entonces el inquisidor, viendo que estaba agotada por la tortura, ordenó
su suspensión.
La Inquisición Española, Cecil Roth, pag. 88 al 91.
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