RELIGIÓN Y REPRESIÓN SEXUAL Extraído de: http://www.sos-sexo.com.ar/historiasexo/religion.htm
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La monogamia es estricta y el matrimonio indisoluble, al tiempo que se prohibe tajantemente toda relación extramarital. La mujer es situada en una posición de inferioridad respecto al hombre y considerada poco más que una esclava del varón, e incluso se llegó a debatir en el concilio de Macón la existencia de alma en la mujer. Se exalta la castidad como símbolo de pureza y el acto sexual es considerado como algo pecaminoso, incluso dentro del matrimonio; se admite porque es imprescindible para la procreación, considerada como un deber sagrado, pero para conseguir que el placer sea mínimo y evitar la visión del cuerpo desnudo, las mujeres debían ponerse un camisón que poseía a la altura de los genitales un orificio por el que el marido debía introducir el pene. El mito de Adán y Eva sitúa a la mujer como foco de tentación, hasta el punto que San Pablo llega a afirmar en la Epístola a los Corintios que "...bien le está al hombre el evitar el contacto con la mujer. Sin embargo, por evitar la fornicación, que cada hombre tenga su mujer, y cada mujer su marido. (...) Si no pueden guardar continencia, que se casen. Es mejor casarse que abrasarse." San Jerónimo considera que cada contacto sexual aleja un poco más del Espíritu Santo y, por otro lado, el papa Gregorio el Grande en el siglo VI indica que el pecado original es hereditario: "El apetito de nuestros padres por la carne es la causa de nuestra vida y por eso somos pecadores". Para San Agustín, libertino durante su juventud que posteriormente renegó de su pasado, el amor es deleznable, infernal, podredumbre y pus. La renuncia al placer y el sacrificio son obligatorios. Todo ello da lugar a que se extienda un sentimiento de culpabilidad y malestar entre los cristianos, obligados a avergonzarse de su cuerpo y a la represión de sus instintos naturales. En el año 711 los árabes invadieron la Península y la mayoría de sus habitantes se convirtió al Islam, religión que, si bien toleraba el placer sexual, relegaba de nuevo a la mujer a vivir para el hombre, procurarle satisfacción y cuidar de sus hijos y de su casa. Más aún: se llegaba incluso a considerarla como un instrumento de servidumbre o un simple vegetal. Averroes lo expresa así: "No se ve entre nosotros mujer alguna dotada de virtudes morales; su vida transcurre como la de las plantas, al cuidado de los maridos." Para rebelarse a este sometimiento, la mujer a menudo recurría al adulterio, por lo que se impuso entonces un drástico remedio, la extirpación del clítoris, con la finalidad de evitar que obtuviera placer con la relación sexual. Esta práctica se sigue realizando en la actualidad en algunos países islámicos cuando la mujer cumple nueve años. Pero hacia el siglo XI ya todo era diferente en España, se produjo una relajación de las costumbres y la sociedad era más tolerante y permisiva en materia sexual. Sin embargo, con la caída del califato, los bereberes impusieron una estricta moral y una intensa vigilancia llevada a cabo por censores para evitar todo contacto entre hombres y mujeres que pudiera predisponer a la "fornicación". Durante la Edad Media, a pesar de las intensas creencias religiosas y del gran poder del clero, existe cierta promiscuidad y el sexo impregna muchas actividades de la vida cotidiana. Se trataba de una válvula de escape, un desahogo ante una vida corta y sin comodidades, sometida a continuas guerras, hambre y epidemias. Sin embargo, por ser un largo período, encontramos en la Edad Media muy diversas costumbres y prácticas amorosas. Así, por ejemplo, es característico de los siglos XII y XIII el amor cortés, un amor platónico por el que el hombre rendía culto a la mujer de la que se había enamorado; el caballero se empeñaba en ser merecedor de la dama, elevada a una imagen mítica que la hacía inaccesible. Pero este amor sólo podía vivirse fuera del matrimonio, pues no sobreviviría a la rutina diaria, y pronto encontró la oposición de la Iglesia. También es característico de la Edad Media el uso del cinturón de castidad, invento procedente de Oriente que imponían los maridos a sus mujeres para garantizar la fidelidad durante su ausencia; se trataba de unos pesados hierros con candados que impedían la realización del acto sexual. Por otro lado, sólo a partir del siglo XVI y a raíz del concilio de Trento, se estableció la obligación de que el matrimonio fuese público y ante un sacerdote. La mujer podía casarse a los doce años, y el hombre a los catorce. Aunque el divorcio estaba prohibido, se admitía como causa de anulación el que alguno de los cónyuges fuera incapaz de la consumación del acto sexual. Además, la Iglesia reguló la frecuencia sexual dentro del matrimonio, de forma que las parejas debían abstenerse cuarenta días antes de Navidad, los ocho posteriores a Pentecostés, los miércoles, viernes y domingos, las fiestas religiosas, los días de ayuno, cinco días antes de la Comunión y uno después: en total, unos ocho meses al año. Ello favoreció el concubinato y la asistencia a prostíbulos. La homosexualidad femenina se llegó a permitir, a diferencia de la masculina, cuya práctica fue severamente reprimida. En cuanto al aborto y al infanticidio, en muchas ocasiones suponían la condena a muerte de quien los efectuara. Durante el Renacimiento, la mayor parte de Europa fue sometida a una aún mayor represión sexual, debido a la unión Iglesia -Estado, pero España gozaba de cierta libertad que posteriormente el clero intentó restringir. Además, en esta época comienza a adoptarse un enfoque científico para el estudio de cualquier fenómeno, y la sexualidad no escapa a este análisis, aunque la falta de rigor todavía asoma en multitud de documentos de entonces. Mientras tanto, la sífilis, importada de América, hizo estragos en el continente europeo y se extendió al resto del mundo. El preservativo se inventó en el siglo XVII, pero su uso no comenzó a divulgarse hasta el siglo siguiente. En el siglo XVII España se encierra en sí misma y se aísla de las ideas liberales del extranjero. Impera la incultura, el fanatismo y el desprecio al trabajo, en tanto que la vida sexual se caracteriza por la constante oposición de la Iglesia al placer; contrariamente, surge una especie de doble moral que obliga a la mujer a permanecer fiel mientras el marido adquiere relevancia social si mantiene a mancebas o queridas. Del mismo modo, como la mujer debía llegar virgen al matrimonio, la virginidad se convierte en un valor muy apreciado por los hombres, que incluso llegan a exigirlo por escrito. |
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Extraído de: http://www.sos-sexo.com.ar/historiasexo/religion.htm
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