Ahora que ese fondo se ilumina
con candiles fluorescentes noche y día,
ahora que distingo las cadenas
y las veo que me atan carcomidas.
Ahora que la luz en ello incide
y las formas, sin tabique, se revelan.
Ahora soy consciente de la cueva,
y enmudezco en un grito de agonía.
Ahora, liberados desde niños, nos
miramos
frente a frente, en silencio estupefacto.
Ahora que lo oscuro no domina
es la hora de pedir la apostasía.
Por
A. Ángel Judas S.
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