Vil empresa de poder y de dinero
sin retorno, abocada al fracaso,
por razones condenable paso a paso
el dolor que impuso tanto tiempo.
¡Ay!
Vaticano, colosal y traficante
de inanes, de hartas paradojas vanas;
por materia prima, almas blancas
del huerto que sembraste de ignorantes.
¡Ay! Vaticano,
misterioso sin igual
de intangibles promesas insanas
comerciante de tristezas humanas
fomentando en la Tierra el mal.
Cuantas más miserias, más
fervor,
más plegarias cuando más se sufre
que con fé la ignorancia cubre
y se reza cuando hay más dolor.
¿Quién ha visto a tu Dios,
que tanto clamas y contradices
con tu hacer y tus plegarias
tan faltas de amor y de inocencia?
¿Que sabrás de Dios, mercader
que aprovechas las desgracias
de los que desde su infancia
trastocada, pidiéronle con lágrimas?.
Que sabrás de Jesucristo, hipócrita,
si entre paredes de iglesias
cobras de funerales, fiestas,
entre comuniones bodas y pena.
Y la ciencia, sí, la ciencia
te destroza lentamente, poco a poco
con razones que tropiezan y te parten
las falacias que débiles sustentas.
Sí, la ciencia, devuelve, al fin,
al hombre su inocencia.
Por
A. Ángel Judas S.
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