Un mundo donde la lluvia es una visión melancólica para mí, una bendición para otro, y la pérdida de todo salvo la vida para algún otro.
Un mundo donde la madre de mi madre está muriendo, y donde la gatita blanca que adopté y que me adoptó acaba de parir dos hermosos hijos, vida nueva.
Un mundo donde un grupo de madres y abuelas siguen reclamando que les digan dónde están sus hijos y nietos, y dónde están los que los mataron, al tiempo que otras madres y otras abuelas oran por la muerte de los jóvenes hijos del enemigo que ni siquiera han visto.
Un mundo donde el cielo azul ha sido campo de batalla y lugar de regocijo para los pájaros.
Una tierra redonda y sin costuras visibles, una tierra donde las fronteras marcadas importan más que la continuidad del aire y del agua, que a todos nos une.
Una tierra donde los tigres aman y los ciervos aman, y los tigres devoran a los ciervos, y donde ambas cosas son parte de una misma trama.
Un mundo donde un elemento químico vale más, gramo por gramo, que una porción de vida, y donde muchos, sin más apoyo que su convicción, se resisten a hacer el más ventajoso de los cambios.
Un planeta al que no le importa si los humanos creen que fue hecho a su medida, y en donde a los humanos no les importa creerlo y aun así hacer lo posible por destruir este supuesto don.
Un mundo donde puedo andar días sin ver a niños muriendo de hambre ni a personas alimentando a los hambrientos, y donde ambos, trágicamente, existen.
A veces me sorprendo pensando (con las palabras de otro) que este mundo, este laberinto, sólo puede ser obra de un Dios. Pero luego comprendo que detrás de esta palabra, para tantos sagrada, hay un vacío misterioso que no puede ser profanado. Invocar ese Nombre para explicar al universo los insulta a ambos. Entiendo entonces que en este Dios no creo, no puedo creer, y ningún otro conozco.
Pablo David Flores, Oct/2001
Extraído
de : http://www.geocities.com/finis_stellae/sp/scriptor/este-mundo.html
Esta página ha sido actualizada el 4 Octubre, 2005