No te enojes si de repente
un rayo de ignorancia me golpea
o me hiera tremendamente
tu luto de vanidad atea.
No le hagas caso omiso
a las señales del cielo
que son harto compromiso
para impulsarnos a duelo.
Y si acaso aún te molestan
los sonidos sordos de mi vida,
grítales tan fuerte que sientan
la línea recta ya perdida.
No me callo en silencio
pues todo en mi grita siempre
callo sin desprecio
y mi voz dura eternamente.
En fin...en ningún momento
dudes cuanto de ti espero
aunque lo oiga solo el viento
y no lo creas verdadero.
Pues todo lo que hay escrito
borrarse también se puede
con desaires de infinito
hasta que nada...nada quede.
Sergio Abarca
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