Zarza en la que arde, maldito,
tu misterio
religión de maldad reveladora,
con tu imagen el poder que atesora
envuelve a la mujer en cautiverio.
Candados de puertas que
no abren,
crueldades en tiempos muy lejanos
se descubren mentiras tras los años,
de maltratos a un niño y su madre.
Creyente que en el altar
se entrega,
consagrada, entre burlas, la materia
encarnada sobre luz clara y eterna
corrompida en la iglesia con las velas.
Su imagen es la mente esclavizada,
de las fauces del mundo de los muertos
sacerdotes codiciosos están dispuestos
sobre el cuerpo en que está transfigurada.
Tantos años que
vendieron su hermosura,
sin saber de una madre la belleza.
coito puro, engendrado con promesa,
que desvela, radiante, su figura.
Humillada en la hoguera
si no reza,
abrazando a su hijo en la memoria
final que según cuenta la historia
lloró al Dios que permitió tal vileza.
Contemplarla para arder
y consumirse
encendida en esa llama que ilumina
en el fuego del dolor en que culmina
el amor de una madre sin ser virgen.
Maltratada largos años
por la iglesia.
es por bien que pasado tanto tiempo
se devuelva la gloria al sentimiento
y el amor en que se entrega la pureza.
En memoria de alguna madre atea que la inquisión
dejó olvidar.
Por
Antonio Ángel Judas Salazar
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