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La madre callaba,
rezaba por dentro,
miraba a su hijo
hincada en el suelo,
sus manos ajadas,
los labios resecos,
dos lágrimas frías
mojaban su pecho.
Posaba la mano
sobre sus cabellos,
no pensaba en nada,
contemplaba el cuerpo,
ya no la miraban
los ojos abiertos
que al salir de casa
bullían de sueños.
Más allá,
en la calle
a unos pocos metros,
otra madre triste
lloraba en silencio
y entre tanta gente,
hincadas al centro,
aquellas dos madres
velaban sus muertos.
En un breve instante
que ahora es recuerdo,
dos balas perdidas
buscaron los cuerpos,
uno iba delante,
otro iba postrero,
pero los dos, juntos,
en vano murieron.
Quien recuerda ahora
los nombres aquellos
que se mencionaron
después del entierro,
alguna noticia
hablaba de ellos,
pero el epitafio
lo mean los perros.
Otras mil historias
de muchos más muertos,
suceden a diario
y no lo sabemos,
mientras en las calles
por el mundo entero,
la paz de los hombres
pareciera un sueño.
KARIM
Extraido
integramente de: http://es.geocities.com/librosliterarte
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