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Agnóstico,
sin hogar fijo entre las filosofías,
pero cada noche buscando refugios seguros;
mi confianza a la vista, ingenua y sin perdón,
y bajo ella la ebullición del que medita en silencio;
Ateo, sin búsqueda ni infierno en espera,
aunque atento a todo lo que habla y se muestra;
el mundo me es sincero o me sacude sin culpa,
a veces insoportablemente nítido y verdadero;
Panteísta, ante la maravilla del mundo
asombrado como el primer hombre;
un estremecimiento me da visión y esperanza
ante una nube o un color sin nombre.
Nada tengo que ver con temerosos discursos
que salen de mentes encarceladas;
los que se han hecho una jaula de palabras
apenas me inspiran lástima o miedo.
(Si conoces al autor de esta poesía, por favor, háznoslo
saber)
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